LA MUJER INVISIBLE: CUANDO SIENTES QUE EL MUNDO DEJA DE VERTE A LOS 50

Hay un momento en la vida en el que empiezas a notar que, poco a poco, te vuelves transparente. No en el sentido metafórico bonito, como quien dice “te veo por dentro”. No. Transparente en el sentido más literal: la gente deja de mirarte. Y no porque lleves un traje de camuflaje ninja (ojalá). Simplemente, ya no estás en el radar. Si tienes más de 50, sabes de lo que hablo.

A los 50 pasas a formar parte de un club al que nadie te pregunta si quieres pertenecer. Parece que, con la edad, te vuelves como la letra pequeña de los contratos: estás ahí, pero nadie te lee. Lo notas cuando el dependiente de la tienda atiende primero a la chica que viene detrás de ti. O cuando, en un restaurante, el camarero deja la cuenta en manos de tu hijo, aunque fuiste tú quien pidió la mesa y va a pagar. O cuando un médico, condescendiente, te explica tu propio diagnóstico en un tono infantilizado, como si no fueras capaz de entenderlo sin un traductor de adultos jóvenes. Te das cuenta incluso en la publicidad, que pasa de largo a tu generación como si no tuviera deseos ni necesidades, o en cómo algunas personas te interrumpen cuando hablas, como si lo que dijeras pesara menos. Y en el espejo, donde a veces tampoco te reconoces del todo.

La invisibilidad a esta edad duele. No porque quieras ser el centro de atención, sino porque de repente parece que el mundo te da por amortizada.

 

LA MENTIRA DEL EMPODERAMIENTO EXPRESS

Nos han vendido la idea de que la madurez es un renacer. Que este es “nuestro momento”, que a los 50 empieza una segunda juventud y que lo único que hace falta es actitud. Pero la verdad —la verdad que incomoda— es que no siempre es así. A los 50 también hay cansancio. También hay duelos. También hay cambios que no elegimos. Y decir que todo depende de “reinventarse” es simplificar demasiado algo que es profundo y complejo.

Porque muchas de nosotras no estamos perdidas ni buscando una nueva identidad. Sabemos perfectamente quiénes somos. Lo que ocurre es que, durante años, la vida ha ido arrinconándonos en los márgenes, hasta el punto de que a veces cuesta ocupar el centro de nuestra propia historia.

Nos dicen que nos reinventemos, pero ¿qué pasa si, en lugar de convertirnos en otra versión de nosotras mismas, simplemente queremos que nos dejen ser quienes ya somos? ¿Qué pasa si lo que necesitamos no es empezar de cero, sino recuperar lo que hemos ido dejando en el camino?

 

¿POR QUÉ DE REPENTE SENTIMOS EL DOLOR DE SER INVISIBLES?

Porque hemos pasado décadas cuidando a otros, adaptándonos, tratando de encajar en los moldes que nos dijeron que eran los correctos. Y en ese proceso hemos dejado por el camino cosas que nos hacían sentir vivas: nuestras pasiones, nuestros deseos, incluso nuestra propia voz.

La buena noticia es que eso se puede recuperar. Y aquí es donde quiero compartirte algo que trabajo mucho en consulta: la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT). Se basa en aprender a hacer sitio a lo que sentimos (aunque duela) y, a la vez, tomar pequeñas decisiones para acercarnos a lo que de verdad nos importa.

 

LA IA TAMBIÉN NOS HACE INVISIBLES: UNA ANÉCDOTA QUE LO DICE TODO

Hace unos días probé algo que me dejó impactada. Le pedí a una inteligencia artificial (si te interesa, trabajo con midjourney) que generara imágenes de mujeres de 50 años. ¿Sabes qué me dio? Mujeres de 70 y 80. Luego le pedí imágenes de mujeres de 40, y me mostró chicas de 20 y 30. Como si la década de los 50, simplemente, no existiera o más allá: de los 40 a los 60 no existimos.

Este no es solo un fallo técnico. Es la misma invisibilidad que ocurre en la publicidad, en el cine, en la moda. Las inteligencias artificiales trabajan con los mismos sesgos que las sociedades que las construyen, así que las mujeres de 50 desaparecen del imaginario visual contemporáneo o son empujadas a parecer mucho mayores de lo que son también en la IA. Y si ni siquiera la inteligencia artificial nos ve… ¿cómo no vamos a sentirnos invisibles en el día a día de la vida real?

 

VOLVER A MIRARNOS ES UN ACTO DE RESISTENCIA

La buena noticia es que la visibilidad no empieza en los ojos de los demás, sino en los nuestros. Y aquí te quiero contar algo que he aprendido en consulta: vernos nosotras primero es el primer paso para que el mundo vuelva a vernos.

Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso, trabajamos algo esencial: la flexibilidad psicológica. Es la capacidad de sostener lo que sentimos (aunque duela) y, al mismo tiempo, acercarnos a lo que realmente nos importa.

No se trata de ignorar la realidad, sino de hacer algo con ella. Y aquí te propongo un ejercicio basado en esta terapia:

  1. Haz una lista de las cosas que te hacían sentir viva hace años. Tal vez bailar, escribir, pintar, viajar sola, llevar el pelo corto, vestirte sin pensar si algo “te favorece”.

  2. Elige una y recupérala, aunque sea en versión pequeña. No importa si solo puedes dedicarle 10 minutos a la semana. Lo importante es empezar.

  3. Observa cómo te sientes al hacerlo. Sin expectativas grandiosas, sin forzarte a sentir algo en concreto. Solo observa.

Esto no es una fórmula mágica. Pero sí un comienzo. Porque la visibilidad, antes de cualquier otra cosa, es una sensación interna. Y recuperar esa sensación es, en sí mismo, un acto de resistencia.

 


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Haz clic en la imagen correspondiente para ir al artículo.

Y si sientes que necesitas un mapa, aquí estoy

A veces, solo necesitamos alguien que nos acompañe en ese proceso. Si sientes que este es tu momento para recuperar tu voz y aprender a gestionar todo lo que estás viviendo desde otro lugar, aquí estoy. Esto es lo que trabajo en consulta: que aprendas a hacer espacio a lo que sientes sin que eso te paralice, que puedas reconectar con lo que te importa y tomar decisiones desde ahí. Si crees que esto puede ayudarte, estaré encantada de escucharte.

 

 

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