Fases en el duelo por ruptura de la pareja

El duelo es un proceso en el que elaboramos una pérdida. Se trata de un movimiento de evolución, de asimilación y aceptación de una situación dolorosa . Este transcurrir por el dolor nos ayudará a adaptarnos a la nueva situación y así, poder seguir adelante. El duelo más conocido o del que más se ha hablado en la literatura científica, es el que pasamos cuando fallece un ser querido, pero existen otros tipos de pérdidas, como la del empleo, la salud, el envejecimiento, una lesión deportiva o, en el caso que nos ocupa hoy, la ruptura de pareja.

La palabra duelo significa “dolor”, y por tanto el proceso de duelo será unproceso de “pasar por el dolor”, ya sea por pérdidas o simplemente por situaciones muy dolorosas que nos ocurren y tenemos que asimilar, ordenar, y experimentar los sentimientos que, aunque queramos evitar ,son los que nos van a conducir a aceptar ese hecho que pasó. ¿Pero qué hacer cuando nos vemos inmersas, sumergidos, en una sociedad que nos transmite que debemos estar constantemente bien, que el dolor y el sufrimiento son malos y que por ende tenemos que alejarnos de ellos?.
Es un error pensar que existen emociones malas, negativas o perniciosas para nuestra integridad psicológica y más aún lo es actúar según esa máxima. Las emociones nos acompañan desde el inicio de nuestro desarrollo evolutivo y poseen funciones muy importantes que tienen que ver con la preservación de nuestra identidad como individuos y como especie.
Las mal llamadas “emociones negativas” aparecen para ayudarnos a superar problemas y eventos dolorosos de la vida y la verdad es que si luchamos contra ellas, si no las dejamos fluir, lo único que obtenemos una magnificación de las mismas, que permanezcan perennes en nuestras vidas. Atascamos el duelo y transformamos un dolor funcional en sufrimiento innecesario y difuncional. Evitando sentir el dolor lo único que conseguimos es que los eventos de la vida que nos lo han causado, sean cada vez más molestos y difíciles de tolerar. En esa tierra de nadie, es donde están las personas que no han podido superar una ruptura.

Pero antes de ver qué se puede hacer para transitar por el duelo, dejarlo atrás y abrirse a nuevas posibilidades vitales, vamos a hacer un repaso por las fases por las que se suele transitar en un duelo por ruptura de pareja. Mientras lees, puedes intentar identificar tu propio proceso en estas fases, recordando que no son lineales y que puedes estar en una zona de transición de una fase a otra.

 

Las fases del duelo

En el viaje que supone atravesar un duelo por ruptura de pareja, existen algunos factores que harán que esta experiencia sea diferente para cada persona. Por ejemplo, el motivo de la ruptura, si una es la que deja o a la que dejan, la forma en la que se acaba esa relación, si hay hijos fruto de esa relación o no, si se es independiente económicamente, si hay apoyo familiar, los años de convivencia, la propia edad en el momento de la ruptura, cómo se comporta la expareja tras la ruptura, etc.

Estoy segura de que cuando te enumere las fases del duelo todas ellas te van a ser más que familiares. Tradicionalmente se pueden resumir en cinco (negación, tristeza, culpa, ira, nostalgia y aceptación), pero yo las voy a adaptar un poquito más a lo que la experiencia en consulta me ha ido enseñando sobre el duelo por ruptura de la pareja.

  1. INCREDULIDAD

Esta sería la primera fase, que equivaldría a la negación en un duelo tradicional. Suede, sobre todo, cuando nos dejan, pero también cuando estamos barajando en nuestra mente la probabilidad de separarnos de nuestra pareja.Es una fase que se corresponde con el shock inicial de la noticia, y con el mecanismo de defensa de no querer enfrentarnos a esa realidad. No hay duración normal para la duración de esta fase, pero salvo casos muy específicos, lo habitual es que se corresponda con las primeras semanas tras recibir la noticia y comenzar a vivir sin la pareja. Este periodo se puede alargar si la persona que deja la relación está siendo ambigua, poco clara y está añadiendo confusión a una situación delicada, pero también si la ruptura es repentina y sin una etapa previa de conflicto o malestar.

 
 

2. ANESTESIA

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Algunas personas, cuando dejan de negarse el hecho en sí de la ruptura, cuando empiezan a creérselo, entran en una fase muy curiosa donde dicen no sentir nada. Hablan del tema igual que te comentarían una noticia de la televisión, sin emoción, como una mera descripción de hechos pasados, presentes y puede que hasta futuros. A veces son conscientes de que es “raro” como se encuentran, pero otras creen que ese no sentir puede que se relacione con que en realidad no estarían tan enamorados/as como pensaban o como que lo han aceptado muy rápido y están pasando página. En realidad este es un mecanismo de defensa que aparece en algunos traumas que crea una especie de oasis en el desierto, para separarnos momentáneamente del dolor y no venirnos abajo. Es como cuando sufres una lesión física (por ejemplo, te rompes un hueso) y el cuerpo libera momentáneamente un torrente de endorfinas en la sangre para que durante un tiempo te encuentres bien y puedas reaccionar mejor.
Es justamente por ello que en esta fase muy poca gente decide venir a consulta, aunque curiosamente, sería la ideal ya que la persona está sufriendo una incapacidad general para conectar con sus emociones. Es como si vivieran bloqueadas emocionalmente y te suelen comentar que no lloran ni se enfadan demasiado, pero también que no se alegran ni son capaces de emocionarse como lo hacían antes.
Aquí es donde trabajar con la psicóloga va a ser fundamental de cara a superar este bloqueo, para que la persona pueda volver a sentir y avanzar con su duelo.

 

3. TRISTEZA

Cuando desaparece el shock inicial y comenzamos a procesar lo que ha ocurrido, cuando se superan esos posibles bloqueos y anestesias, aparecen el dolor y la tristeza. Las endorfinas se han ido y el hueso roto duele, ¡y cómo!.
Si hay una emoción que corresponda más que otra al duelo, esta sin duda sería la tristeza. Es la emoción que corresponde a cualquier tipo de pérdida. Es sana, y es necesaria se quiera o no, para poder atravesar un duelo. Hoy en día la tristeza como nucleo del duelo es conocimiento popular, algo que todos sabemos porque aparece de forma natural cuando perdemos algo. Intenta recordar cuando eras niña o niño y perdiste tu juguete favorito, aquella vez que te despidieron de un trabajo, cuando enfermaste y te perdiste aquel concierto, o esa amistad que se distanció de ti sin que hubiera un motivo claro.
Sin embargo, aunque en estos casos sabemos que es la emoción normal, en la práctica nos vamos a encontrar a personas que van a rechazar esta emoción. Algunas porque lo ven como signo de vulnerabilidad o “enfermedad” (depresión), otras porque creen que su ex pareja no merece su tristeza; el caso es que estas personas ponen en marcha toda una serie de mecanismos de distracción y automensajes positivos para cortarla lo más rápido posible, para no entar en contacto con ella.
Por si fuera poco, en los casos que hay hijos, intentan normalizar para que no se vean afectados, por lo que no se permiten tener pequeños momentos para estar tristes y llorar, y explotan en llanto descontrolado en momentos puntuales y a veces inoportunos (cuando se van a dormir o cuando alguien les pregunta por cómo están o cómo lo llevan). Esta es la fase en la que las personas que están atravesando por una ruptura dolorosa se deciden a acudir a consulta psicológica, sobre todo si consideran que la tristeza es ya tan excesiva que han dejado de vivir la vida.

 

4. MIEDO, ANGUSTIA, CULPA

En muchas ocasiones, después de semanas de tristeza, por decirlo de alguna forma, empiezan a aparecer nuevas emociones que se van intercalando con esa tristeza. Como comentaba al principio del post, estas fases no tienen por qué seguir este orden. Tampoco se ha de pasar forzosamente por todas ellas. Las emociones ocurren cuando ocurren (si es que ocurren) y el miedo es una emoción que suele estar fuertemente vinculada al amor. Cuando éste se rompe, prácticamente a cualquier nivel, aparece una grieta por la que entra el miedo. Este miedo suele ser señal de que nos vamos a enfrentar a un periodo de incertidumbre, de no saber cómo va a ser nuestra vida ahora, sin la pareja. Un miedo a todo en general y a nada en concreto que nos genera sensaciones incluso más desagradables que la tristeza.
Esta angustia se presenta bajo la forma de ansiedad y suele aparecer si la separación no termina de culminar, si hay trámites (del tipo que sean) que están dilatando el proceso en el tiempo. No me refiero únicamente a papeleo legal, custodias, etc. también me refiero a relaciones en las que a pesar de no haber unión legal o hijos, por otros motivos se está recibiendo información constante sobre la vida de la expareja. Este es un desasosiego constante para la persona que está inmersa en el duelo, una barrera que le impide avanzar. Saber que la expareja está saliendo, o que la han visto en algún sitio con alguien, o simplemente que siguen con sus rutinas y aficiones como si nada hubiera pasado, es motivo para que aparezcan la ansiedad o la culpa, esta útima especialmente cuando se conoce una infidelidad pasada (que ocurrió durante la relación), cuando el motivo de la ruptura fue otra persona (aun sin infidelidad) o el conocimiento que la expareja esta rehaciendo su vida y tiene una nueva relación. En esta fase se repasa una y otra vez la relación, se intentan buscar todas las cosas que “se hicieron mal” y que de no haber sido así tal vez la historia hubiese sido otra. Aparecen los temibles y autodestructivos “¿y si hubiera…?”, que además de negativos y poco prácticos pueden llegar a ser interminables.
Una y otra vez se vuelve al pasado para examinar la responsabilidad que la persona abandonada tiene en la ruptura. Por supuesto, no suele ser un análisis objetivo y la autoestima comienza a deteriorarse gravemente. Aquí es donde todo se hace bola y muchísimas personas deciden acudir a terapia. Y es normal considerando la cantidad de sufrimiento que han estado manejando casi estoicamente hasta ese momento. La culpa, del todo ilógica en alguien que ha sido abandonado, es la guinda del pastel, lo que termina de romperte.

 

5. LA IRA

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Ira, enfado, rencor, venganza, castigo… No siempre aparecen pero en algunos duelos sí, y con distinta intensidad en función de cada persona. Aparece cuando la venda se cae del todo, cuando se toma conciencia total de lo que ha ocurrido, de la pérdida, cuando se empieza a vivir la ruptura como un ataque personal o una injusticia. En esta fase se suele verbalizar con vehemencia todo lo hecho por la pareja, todos los esfuerzos y sacrificios que ahora se ven inútiles: el otro o la otra, se convierte en el villano de la película a todas luces.
Estas emociones, al igual que cualquier otra, no son negativas. De hecho suceden como consecuencia o “rebote” al haber estado demasiado tiempo sumidos en un estado de angustia y tristeza. Digamos que la ira es la que nos da la fuerza que necesitamos para salir de ese pozo. Esa es su misión y no otra. Todo lo que pase de ahí, seguramente serán comportamientos poco adaptativos, pero no hablaremos ahora de la gestión de la ira, simplemente quería apuntar que como el resto, la ira también tiene una función y es despertarnos, sacarnos del letargo de la tristeza, de la muerte en vida a la que nos condena la ansiedad. La ira, nos mueve para que el duelo avance, para dar los últimos pasos su recorrido.
Mucho cuidado con quedarse atrapada, atascado en esta o cualquier otra emoción. Las emociones han de ser como el agua y fluir para que puedan cumplir su misión. Si te aferras a ellas, las bloqueas, se acumulan, se desbordan y no te permiten avanzar. Te ahogas en ellas. El peligro de la ira y el rencor es que si se cronifican en tu vida es muy dificil que puedas rehacerte y ser feliz de nuevo. No es malo sentir ira, pero hay que dejarla fluir.
Cuando se está en esta fase de ira, no es frecuente acudir a terapia. No importa los meses o años que la persona esté viviendo dentro de toda esta rabia, cuando vienen a consulta generalmente lo hacen por mediación de otra persona, generalmente los propios hijos si son mayores, porque se sienten en medio de una guerra psicológica que no termina nunca y que les crea lo que conocemos como “conflicto de lealtades”.
El motivo por el que estas personas no inician terapia aunque lleven tanto tiempo enfadadas, con rencor y sin poder rehacer sus vidas, es porque se sienten fuertes, en posesión de la verdad y el único problema para ellas es haber tenido esa relación de pareja o que su ex pareja siga su vida con normalidad y sin que hayan tenido “lo que se merecen”. Aún así, cuando están en consulta y llegan a esta fase, es una etapa podríamos decir “delicada” a nivel terapéutico. Despojarles de la ira, una emoción defensiva que les está ayudando a levantarse de la cama y volver a hacer cosas, es difícil hacer sin que vuelvan a etapas anteriores de abatimiento o angustia, por eso en este momento estas personas necesitan de mucha validación y apoyo, de mucha ayuda a la hora de aprender arelacionarse con flexibilidad con sus propias emociones y entrar en contacto con sus valores vitales más importantes.

 

6. LA MONTAÑA RUSA

También se la llama fase de “descontrol”. Esta etapa suele venir frecuentemente después de la ira o a la vez que ésta. En algunas personas que no experimentan rabia ni rencor, puede aparecer también, tras un periodo más o menos largo de tristeza y apatía. Pero es sobre todo cuando aparece la rabia y el enfado, que la persona encuentra nuevas fuerzas para enfrentarse al mundo, salir, arreglarse de nuevo, cuidarse más físicamente, incluso es frecuente que veamos en muchos pacientes cambios de imagen que reflejan al fin y al cabo, necesidades de cambio en otras áreas de su vida.
En esta etapa hay muchas ganas de hacer actividades, tener planes, salir de copas, hacer deporte y “la casa se les cae encima”. Este cambio suele ser temporal, y su duración dependerá de cada persona y sus circunstancias. También de lo que quiera conseguir de esta fase.
Como en la mayoría de los casos, la autoestima se ha visto muy dañada tras la separación (especialmente si son los “abandonados” o ha habido terceras personas implicadas en la ruptura), estas personas suelen manifestar su necesidad de verse mejor, de flirtear, de volver a sentirse atractivas, deseadas, de comprobar que la vida no se acaba en la separación y que todo puede continuar. Es una fase en la que necesitan ilusionarse de nuevo y lo buscan activamente, por eso esta también es una etapa de relaciones de transición en los que se dan auténticos baños de autoestima. Son relaciones que tienen esa función y que, hasta cierto punto, esta bien así. Simplemente se debe tener cuidado de no herir a otras personas ni tampoco a nosotros mismas con ellas.
En esta fase todo parece divertido y se acelera un poco, como en una montaña rusa, pero también puede haber bajadas vertiginosas que nos lleven a la siguiente fase.

 

7. NOSTALGIA

Esta fase puede vivirse como una vuelta a la tristeza, aunque no suele darse con emociones tan intensas. La emoción que predomina es la nostalgia, pero no necesariamente se echa de menos a la anterior pareja, sino más bien la vida de pareja, tener a alguien, no estar sola o sentirse solitario, en definitiva se echan de menos los buenos tiempos, la convivencia y tener un compañero o compañera.
Es una etapa donde las personas suelen hacer revisión de lo ocurrido con otra perspectiva. Ya no suelen tener presente solo lo negativo o solo lo positivo de su ex pareja, sino que son capaces de hacer un balance más realista. Si han pasado por la fase de descontrol o montaña rusa, es posible que empiecen a salir menos, y vuelvan a quedarse en casa y recuperen algunas rutinas como leer, cocinar, hacer fotos, etc. En general predomina la búsqueda de soledad, de vivir por uno mismo, por una misma.
La nostalgia es una emoción secundaria, familia de la tristeza, y que al igual que ésta, reclama aislamiento e introspección. Si no habían pasado por la fase de descontrol, y venían de la tristeza, puede que esta etapa la vivan como si se rebajase la intensidad y comenzaran a sentirse más tranquilas, estabilizados.
Si venían de la ira y el rencor y consiguen superar esos sentimientos, vivirán ahora sensaciones más relajadas. Suele ser la fase donde hacen introspección, se perdonan y perdonan, y aunque también aquí pueden aparecer dudas y miedos sobre el futuro, especialmente sobre futuras relaciones, es una etapa optima para hacer unarevisión del papel que han tenido en otras relaciones, qué necesitan cambiar enun futuro, etc. Toda emoción tiene su función y la nostalgia también nos ayuda avanzar hacia las últimas fases del duelo.

 
 

8. SERENIDAD

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Aunque la nostalgia es una fase relajada, hay cierto desasosiego, ya que se mezclan diferentes emociones de tristeza, duda, miedo, melancolía o echar de menos, y además hay muchos momentos de hacer introspección y volver a darle vueltas a todo. En esta etapa de serenidad concluye el duelo.
Aquí la persona necesita estar bien. Suele comentar que ya está cansadas de pasarlo mal, y que quiere pasar página y continuar con su vida. Comienza a retomar los contactos sociales y muchas rutinas. Es capaz de exponerse a situaciones y lugares que ha estado evitando. No tiene esa ansiedad por salir o flirtear constantemente, y es más selectiva con los planes que hace.
En muchas ocasiones, si no lo ha hecho antes, empieza a hacer cambios en casa (si es donde convivió con su pareja ), como cambiar el dormitorio, muebles, colores, etc. Aún en esta fase, pueden aparecer pequeños momentos de tristeza o nostalgia, pero la persona ya sabrá relacionarse con ellos de una manera más flexible y, sonbre todo, con mucha compasión hacia sí misma y hacia su expareja.

 

9. ACEPTACIÓN

Aunque la incluyo como una fase, no lo es propiamente, es decir, todas las anteriores forman parte del proceso de asimilación y aceptación de una pérdida, llegados a este punto, el proceso ha concluido. La persona es capaz de pensar en su ex pareja sin el dolor de antes. Puede que incluso ya pueda tener información de su ex sin angustia ni ansiedad, y si tiene alguna emoción negativa sabrá cómo dejarla fluir sin quedarse enganchada con ella.
En general, suele tener un estado de ánimo positivo y estable, se ve fuerte y capaz de seguir su camino. Ya no se aferra a ninguna idea de volver, ni alrecuerdo de esa persona, se sienten liberada y capaz de rehacer su vida

El camino ya se ha hecho, y si se ha hecho bien, una siente que ha aprendido y crecido gracias a él. Nos enriquecemos y llenamso de la sabiduría de la vida con cada tropiezo, con cada problema. El truco está en no pretender evitar el dolor a toda costa, sino abrazándolo, explorándolo y dejándonos guiar por él.
A veces, en este proceso necesitamos una guía, ayuda para reorientarnos y hacer las cosas más rápido, sin dar tumbos o palos de ciego. Para eso está la terapia, así que si estás atravesando por un duelo especialmente duro por la ruptura de tu pareja, no lo dudes y pide una sesión. Me encantará acompañarte en el proceso y darte toda la ayuda que necesitas en este momento.

 

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