La importancia de saber decir no y hacer valer tus derechos fundamentales

Las relaciones interpersonales son importantes para el desarrollo y el funcionamiento psicológico de cualquier persona, por eso, la falta de armonía interpersonal puede contribuir o conducir a un profundo malestar.⁠
Nadie va a negar la importancia de aprender a convivir y trabajar constructivamente con los demás manteniendo con ellos relaciones satisfactorias, pero llegado el momento hay ocasiones en las que también podemos decir no.

Sé que a veces puede resultar difícil, pero has de hacer el esfuerzo por comprender que todos nosotros gozamos de una serie de derechos fundamentales que debemos observar en los demás, pero también en nosotros mismos. Es decir, tenemos el derecho (y también la obligación me atrevería a decir) de hacernos valer y respetar, de que se conozcan cuales son nuestras necesidades, sentimientos o deseos.
⁠No manifestar nuestro acuerdo o desacuerdo con ciertas cosas, puede hacer que te sientas culpable o que estás lastimando a alguien cuando realmente a quien más daño puedes estar haciendo es a ti misma/o. No se puede agradar constantemente a todo el mundo, esto es un imposible y una fuente segura de frustración e insatisfacción.⁠ Si necesitas contentar a todas las personas que tienes alrededor entonces, ¿Cuándo llegará el momento de que tú estés bien?¿Por qué siempre te dejas para el final?⁠.⁠

 

Según P.Jakubowsky y A. Lange (Responsible assertive behavior, 1978), cada una/0 de nosotras/os tiene unos DERECHOS HUMANOS FUNDAMENTALES que debemos hacer valer pero también respetar en los demás. Son estos:

  1. ⁠El derecho a mantener tu dignidad y respeto (incluso si la otra persona se siente herida) mientras no vulneres los derechos humanos básicos de los demás.⁠

  2. El derecho a ser tratado con respeto y dignidad.⁠

  3. El derecho a rechazar peticiones sin tener que sentirte culpable o egoísta.⁠

  4. ⁠El derecho a experimentar y expresar tus propios sentimientos.⁠

  5. El derecho a parar y pensar antes de actuar.⁠

  6. El derecho a cambiar la opinión.⁠

  7. El derecho a pedir lo que quieres (entendiendo que la otra persona tiene el derecho a decir que no).⁠

  8. El derecho a hacer menos de lo que humanamente eres capaz de hacer. ⁠

  9. El derecho a ser independiente.⁠

  10. El derecho a decidir qué hacer con tu propio cuerpo, tiempo y propiedad. ⁠

  11. ⁠El derecho a pedir información.⁠

  12. El derecho a cometer errores.⁠

  13. El derecho a sentirse a gusto contigo mismo.⁠

  14. El derecho a tener tus propias necesidades y que esas necesidades sean tan importantes como las necesidades de los demás. Además, tenemos el derecho de pedir (no exigir) a los demás que respondan a nuestras necesidades y de decidir si satisfacemos las necesidades de los demás.⁠

  15. ⁠El derecho a tener opiniones y expresarlas.⁠

  16. ⁠El derecho a decir si satisfaces las expectativas de otras personas o si te comportas siguiendo tus intereses (siempre que no vulneres los derechos de los demás).⁠

  17. El derecho a hablar sobre un problema con la persona involucrada y aclararlo.⁠

  18. ⁠El derecho⁠ a obtener aquello por lo que pagas.⁠

  19. ⁠El derecho a escoger no comportarte de manera asertiva o socialmente habilidosa.⁠

  20. ⁠El derecho⁠ a tener derechos y defenderlos.⁠

  21. ⁠El derecho a ser escuchado y ser tomado en serio.⁠

  22. ⁠El derecho⁠ a estar solo cuando así lo elijas.⁠

  23. ⁠El derecho⁠ a hacer cualquier cosa mientras no violes los derechos otra persona.⁠

 

Nuestros derechos humanos provienen de la idea de que todas/os somos iguales, en un sentido moral, y que nos tenemos que tratar como tales. En las relaciones sociales, entre dos iguales, ninguna persona tiene privilegios exclusivos, porque las necesidades y los objetivos de cada persona tienen que ser valorados igualmente. Un derecho humano totalmente básico e inalienable, es que todo el mundo tiene derecho a ser independiente, tener sentimientos y opiniones propios o hacer y pedir lo que quiere. La premisa subyacente de todos estos derechos es humanista: no producir tensión o ansiedad indebida en los demás y fomentar el crecimiento y el progreso de cada persona con la que nos relacionamos a cierto nivel de intimidad.

Hasta aquí la teoría, todo bien. Pero ¿qué pasa cuando en nuestra vida cotidiana nos encontramos con personas que consiguen hacernos sentir mal por expresar nuestras opiniones, sentimientos, emociones o necesidades?. Esto ocurre con mayor frecuencia de la que nos gustaría y resulta que muy a menudo nos vemos condicionados a las voluntades de otras personas sin prestar atención a lo que queremos y necesitamos para nosotras/os mismas/os. Además, para rizar el rizo, estas personas no son cualquier persona, suelen ser gente con la que convivimos a diario: compañeros de trabajo, familiares o amigos íntimos, incluso una pareja. La gente a la que más nos cuesta decir no.

Llegados a un punto de estrés o tensión máxima, es fundamental que comprendas que no eres tú quien tiene que seguir sacrificándose, inmolándose y renunciando para que todo vaya bien. Tienes que aprender a PONER TUS LÍMITES, porque tú también tienes derecho a sentirte bien. No se puede agradar constantemente a todo el mundo. Incluso llegado el caso, hay que abandonar y tomar distancia.⁠
Tienes derecho a ser feliz y sí, a ser egoista sin tener que dar excesivas explicaciones. ⁠

Es un camino difícil, pero al final los demás terminarán por aceptarlo y respetarlo y se abrirán nuevas rutas y formas de relacionarte con los otros, pero sobre todo te brindarás a ti misma la oportunidad de ser feliz, ¡no la desperdicies!.⁠ De la misma forma en que nos sentimos amados e importantes cuando alguien nos defiende y nos cuida, la autoestima sube como la espuma cuando nos resistimos a ser sacrificados, utilizados o explotados.⁠

Haz valer tus derechos.⁠

Anterior
Anterior

Asertividad, agresividad y otros tipos de conductas sociales

Siguiente
Siguiente

Psicoterapia de elección en Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)