Hambre emocional: por qué la psiconutrición es tan importante?
El verano está ahí a la vuelta de la esquina y sé que muchas de vosotras seguramente estaréis pensando en iniciar una dieta para sentiros mejor con vuestro cuerpo en la época del año en la que más "cacha" se enseña. Imagino que muchas nutricionistas y psicólogas intentarán hacer algo de divulgación respecto a lo dañino que es engancharse a las dietas restrictivas y cualquier aportación es vital al respecto. Echadle un ojo a todo lo que vuestras referentes sobre estos temas escriban o publiquen.
Hoy me acerco al teclado para contarte que nos jugamos la salud con LA DIETA, y lo escribo en mayúsculas porque el concepto de dieta es mucho más amplio que el que estamos acostumbradas a manejar: esa pauta de alimentación con la que que nos adherimos a unos alimentos concretos y nos restringimos el resto.
Hablaré en otros posts de este concepto más general de dieta y de los aspectos psicológicos asociados a la alimentación, así como de los trastornos de la conducta alimentaria más frecuentes, pero antes de todo eso quiero hablaros de lo que significa el término Psiconutrición.
Tienes que partir de la base de que la Psicología es una disciplina científica que tiene como objeto el estudio del comportamiento humano. Como la alimentación es también una conducta, es algo que puede modificarse y entrenarse adquiriendo una serie de técnicas y habilidades.
La ciencia psicológica, además, puede ofrecerte una explicación pormenorizada de por qué cones como comes atendiendo al contexto vital en el que te mueves y tu historia de aprendizaje particular. Esto es fundamental porque sólo conociendo el por qué y el cómo de nuestra conducta podemos tener una visión general y en perspectiva del problema y así comenzar a actuar sobre él.
Cuando empiezas a entenderte y a ver claramente por qué haces las cosas que haces y bajo qué circunstancias o en relación a qué disparadores y desencadenantes, la cosa cambia. Ya no te sientes a merced de tus emociones ni presa de ellas, sino que las admites y gestionas sin necesidad de acudir, por ejemplo, a la ingesta desmesurada de alimentos.
Por otro lado, la Psiconutrición es un concepto que sobre todo hace referencia a la multidisciplinariedad, por lo que en este tipo de consulta siempre tendrá que haber al menos una profesional de la nutrición y otra de la psicología.Es posible que una sola persona tenga las dos titulaciones, sí, pero no es lo habitual. De hecho puede haber nutricionistas con cursos de psicología y psicólogos con masters en nutrición y no, no vale. Si una persona se define como psiconutricionista desconfía e investiga. Es mucho más probable que recibas la atención correcta en un centro o consulta en la que te atiendan dos profesionales que trabajen juntos en tu caso. Adicionalmente, a la consulta de psiconutrición también se pueden incorporar profesionales de la medicina, la fisioterapia, entrenadores personales...
La PSICONUTRICIÓN auna los conocimientos en psicología y nutrición al plantear el abordaje a problemas que surgen en cuestiones relativas a la alimentación.
Se trata de un enfoque INTEGRAL de la persona que tiene en cuenta sus características biológicas pero también su realidad psíquica y su historia de aprendizaje.
Ayuda a comprender los motivos reales por los que una persona ha llegado a comer más, menos, peor o mejor, y pone los medios para equilibrar la situación de tal manera que la comida no se convierta en moneda de cambio a la hora de manejar las emociones.
Desde la psiconutrición ayudamos a las personas a mantener una relación sana con la comida (toda la comida) y con su cuerpo, así como a promover estilos de vida activos y compatibles con una dieta completa, amplia, rica y por qué no, placentera.
¿Qué es el hambre emocional? ¿Cómo sé si yo sigo este patrón de conducta?
¿Alguna vez has tenido ganas de comer sin hambre? ¿Crees que utilizas la comida como instrumento para lidiar con emociones o pensamientos que te son incómodos? ¿Te sientes terriblemente culpable despues de haber comido algo que "no debías" sin auténtica necesidad o hambre?
Si has contestado que sí al menos a una de estas preguntas, es posible que necesites replantearte tu relación actual con la comida.
El «comer emocional» o «hambre emocional» son conceptos que se han vuelto muy populares en los últimos tiempos y hacen referencia a una forma de comer que no está condicionada por las sensaciones de hambre y saciedad, sino por otro tipo de estimulación interna, generalmente de tipo emocional. La clave para observar y entender cuando tenemos este hambre emocional está en darse cuenta de si estamos utilizando la comida como instrumento para modular (reducir, evitar o escapar de) un malestar emocional. No es comer cuando tengo hambre, es comer cuando me siento triste, irritada, nervioso. Y claro, cuando la bandera verde para la ingesta no es la sensación de hambre, la bandera roja para dejar de comer que es la saciedad, no aparece. Por eso una de las claves para saber si comes emocionalmente es esta misma: lo haces sin hambre.
Es muy cierto que la comida es agradable, es algo que nos hace sentir bien, por eso no es de extrañar que haya ocasiones en las que la utilicemos para darnos un premio o para afrontar una situación difícil. Pero esto en realidad es una especie de parche, una maniobra que puede servirnos para distraernos y relajarnos antes de afrontar la situación, no para huir de ella o evitarla. Este uso instrumental es comprensible, humano, y hasta diría que bueno. El problema comienza cuando empezamos a comer para dejar de sentir ciertas emociones, para dejar de pensar, para superar una situación que nos incomoda. Este es el gran error.
En el origen de muchos problemas psicológicos está esta especie de barrera o filtro que queremos imponer a las emociones mal llamadas “negativas”. Yo prefiero llamarlas incómodas, porque es cierto que no nos gustan y preferiríamos no tenerlas, pero al rechazarlas, al no hacerles hueco, nos metemos de lleno en una lucha con nosotros mismos que nunca termina y nunca podremos ganar.
Además, si te paras a pensarlo bien y partiendo de la base de que todas las emociones sirven para algo y tienen una función, al tapar las emociones incómodas con la comida ¿no estaríamos perdiendo la única guía que nuestro cuerpo nos regala para saber cómo estamos realmente y hacer algo al respecto?. Es decir, si estás triste por ejemplo, ¿no te sirve esta emoción para pedir ayuda?. Y si estás ansiosa, estresado ¿no te dice esta emoción que tal vez debas parar y hacer cambios en tu vida?.
Todas las emociones llegan para contarte algo importante sobre ti, para ayudarte a estar bien. Si silencias la voz de las emociones incómodas con la comida (o con cualquier otra estrategia de afrontamiento disfuncional) ¿cómo vas a darte la oportunidad de poder estar bien?.
Principales características del hambre emocional
Como ya habíamos apuntado, no se come por hambre.
las ganas de comer llegan de repente.
hay presencia de emociones incómodas durante la ingesta.
es un hambre que no se sacia con cualquier alimento, suele pedir azúcares y grasas sobre todo.
Cuando la ingesta termina, se tiene un gran sentimiento de cuplabilidad, vergüenza y arrepentimiento.
Si acudes a consulta de psiconutrición, además de comenzar a adherirte a una dieta que sea buena para ti, en la que puedas comer de todo y sin pasar hambre, también trabajarás a nivel psicológico un montón de factores más como por ejemplo el autocontrol, la adquisición de nuevos hábitos para mantener un estilo de vida saludable, técnicas y habilidades para mejorar la gestión que haces de tus emociones y, sobre todo la psicóloga te ayudará a comprender cómo se ha originado y se ha estado manteniendo esa pauta de comer emocional mediante el Análisis de Conducta. El AF es una herramienta científica que nos ayuda a poner en relación todos los factores históricos, contextuales y personales que dan cuenta de por qué estás comiendo con ese patrón. Lo realmente interesante de todo este conocimiento estriba en que al conocer ese mapa conductual y verlo desde fuera puedes empezar a intervenir en el, a cambiar lo que haces para empezar a cambiar cómo te sientes.
¿Qué puedes hacer para empezar a solucionar el problema?
En primer lugar eliminando de tu vida las dietas restrictivas que te prohiben comer determinados alimentos. Evidentemente los azúcares y las grasas en abundancia no son buenos para la salud, pero esto es algo que debes elegir no ingerir porque quieres realizar un cambio de estilo de vida. Prohibir algo que uno desea solo tiene un posible desenlace final y hasta dónde yo sé no es nada bueno. Hablaré mucho más a fondo de este tema de las dietas restrictivas en mi próximo post.
En segundo lugar, te recomiendo sacar tiempo en tu día a día para compar tus alimentos y preparar tus propias comidas. No te preocupes que esto no es masterchef, las comidas más saludables (dieta mediterránea de toda la vida) son platos simples, con tres o cuatro ingredientes y preparaciones fáciles y rápidas.
Otra cosa que me parece fundamental es que volvamos de una vez por todas a hacer una ingesta consciente: ver la comida, olerla, saborearla, distinguir las texturas… disfrutarla con todos los sentidos. Para hacer esto debemos prestar atención a la comida y el acto de comer. No comer automáticamente como robots frente a la tele, el móvil o un libro. Cuando comas, come.
Es muy importante que estés decidida, resuelto a comenzar a comprometerte con un estilo de vida saludable en el que la comida y la actividad física se den la mano. No hablo de ir a machacarse al gimnasio, sino a levantarse de la silla y caminar al menos 30 minutos al día. Y si fallas, si un día no puedes, no pasa nada. De eso va el compromiso: de levantarse al día siguente y hacerlo sin castigarse demasiado por el fallo del día anterior. Vale más el poco a poco y el día a día que pegarse una pechá de cinta y pesas en el gimnasio y tirarse el resto de la semana en el sofá a comer chucherías. Recuerda que a lo mejor no puedes (ni deberías) controlar lo que piensas o lo que sientes, pero tus actos sí son 100% una elección tuya. Puedes elegir qué hacer y hacerlo.
Finalmente, si este camino se te hace cuesta arriba o hay cosas que por más que te empeñes no sabes cómo hacer porque te falta información al respecto, acude a terapia y aprende a gestionar mejor tu mundo interno, a detectar tus patrones y saber cómo romper con círculos viviosos, a crear nuevos hábitos y adherirte a estilos de vida más saludables, a agradecer tu cuerpo en lugar de castigarlo, a quererte un poquito más y mejor cada día construyendo una autoimagen realista y satisfactoria. Si necesitas ayuda con todo esto, recuerda que estoy aquí para ayudarte.