¿Puede el amor durar para siempre?

Dos personas pueden elegirse en un momento dado y volverse a elegir cada día de sus vidas. Esa es la clave de una relación de pareja duradera. A mi juicio, no ha de ser un objetivo vital importante el construir este tipo de relación, pero para muchas personas que hemos decidido reducir nuestro impacto en el planeta no teniendo hijos, las relaciones de pareja estables y duraderas son una manera estupenda de vivir, compartir, conectarse, emocionarse y crear vínculos significativos en el marco de un proyecto de vida.⁠

Quienes lleváis muchos años con el mismo o la misma compañera, ya sabéis que la fase de las mariposas en el estómago solo aparece al comienzo y que es una insensatez pretender que esta sensación típica de la fase de enamoramiento dure para toda la vida. La clave del amor es la aceptación del cambio, la apertura a la transformación.⁠
Cuando comienzas a construir una relación de pareja, parece legítimo pensar que muchos de tus esfuerzos, tiempo y otros recursos los vas a dedicar a ella, pero ¿te imaginas dando todo eso de manera constante durante décadas?. Seamos realistas, es  imposible y nada sano.⁠

La vida de cada uno tiene muchos otros aspectos o facetas que apetecen cultivar. Nos surgen nuevas necesidades, deseos o prioridades que atender y eso no significa que hayamos dejado de lado a la pareja o que ya no la queramos como antes. Significa que tienes que trabajarla y alimentarla de forma diferente segun la fase en la que te encuentres.⁠

⁠Por supuesto que se pueden producir desajustes, cambios en los valores fundamentales o lo que se conoce como diferencias irreconciliables, pero si los caminos de cada uno a nivel individual son lo suficientemente parecidos en lo más básico, se puede caminar juntos en paralelo durante mucho tiempo.⁠

En este post quiero hablarte de las fases típicas en una relación de pareja y en base a ellas que hagamos juntxs una reflexión sobre si es posible o no que el amor dure para siempre.

 

Primera Fase: Enamoramiento

⁠Es la fase inicial, una fase intensa en la que idealizamos a la otra persona y no somos capaces de verle defecto alguno. Creo que por ese motivo, si alguna vez nos dejan en esta fase, somos capaces de tirar años y años con la imagen idealizada de esa persona en la cabeza y llegar a la conclusión errónea de que seguimos enamoradxs de ella sin importar la cantidad tiempo que transcurra. Lo que sucede realmente es que no tenemos información completa y realista sobre la persona que nos dejó y en nuestra memoria lo único que perdura es un recuerdo “angelical” de los momentos que pasamos juntos. Esa persona no envejece, no miente ni se tira pedos y claro… podríamos continuar enamoradxs de ella hasta el final de los tiempos.
Afortunadamente este tipo de enganche emocional a una imagen idealizada también se supera con el paso del tiempo.

 

Segunda Fase: Conocimiento

Muchísimo más interesante que la fase anterior. En ella se empiezan a construir intimidad y confianza en base a las virtudes, peculiaridades y defectos de ambxs. Al crearse la confianza entre dos personas, comenzamos a mostrarnos ante la otra persona tal y cómo somos y es en este momento donde se empieza a cimentar la auténtica intimidad. La idealización de la primera fase de enamoramiento, deja pues paso ahora a un realismo muy reconfortante en el que aceptamos y somos aceptadxs por quienes somos.

Es importante comprender que esta fase no acaba definitivamente aquí, sino que hay que mantener viva la curiosidad por conocer los detalles más importantes de la vida de nuestrxs compañerxs ya que el tiempo cambia cosas y no debieramos desconectarnos o dejar de sintonizar con la persona con la que compartimos la vida.

 

Tercera Fase: Convivencia

Es una de las faces más difíciles y en las que surgen más conflictos. Es normal, la convivencia es algo duro ya que cada una de las partes llega a la relación con una historia de aprendizaje única y personal que definirá cosas tan importantes como el estilo de comunicación que tenemos, nuestra habilidad en la solución de conflictos o la mera gestión de las emociones. En esta fase pueden surgir desavenencias insuperables que llevan a las parejas a la ruptura por lo que se podría decir que en la fase de convivencia es donde tradicionamente se suele tener la primera “crisis de pareja·. Si a esto le añadimos un mal manejo de la rutina, de las responsabilidades y cargas del día a día por no mencionar que en esta fase también se regulariza (y desciende) la tasa de la actividad sexual, tenemos un caldo de cultivo ideal para que aparezcan algunas inestabilidades o turbulencias.

La parte buena es que en esta fase comenzamos a expresar el amor con mucho más afecto, por lo que también creamos escenarios en los que comenzamos a sentirnos más cuidadas, respetados, apoyadas y entendidos por la otra persona. Las diferencias que surgen de forma natural en la fase de convivencia, se pueden resolver llegando a acuerdos mediante negociaciones por lo que no estaría de más que revisaramos aquí nuestra capacidad para comportarnos de manera asertiva.

 

Cuarta Fase: Autoafirmación

Cuando creamos una pareja hay un sólido sentimiento del “nosotrxs”, pero seamos realistas, tras un tiempo diluyendo nuestra identidad personal para crear esa visión de conjunto, es normal que se manifieste una cierta rebeldía, un querer volver a ser unx mismo tras haber consolidado la pareja. Esta es una fase en la que aparecen crisis y se dan rupturas como consecuencia de una mala gestión del momento, pero no necesariamente este cambio de rumbo tiene que conducir a la separación.

Las inquietudes y necesidades individuales de cada persona son sanas y normales. Tras haber consolidado la pareja es habitual sentir que necesitamos más tiempo para nosotrxs mismxs, para nuestras aficiones, actividades de ocio, etc. y todo esto es legítimo siempre que se respete el vínculo y el compromiso establecido en la pareja. Es decir que tener derecho a autoafirmarse no es sinónimo de dejar colgada a la otra persona e incumplir con los pactos de relación que habíais acordado. No al menos sin hablarlo antes.
Es por ello que en esta fase es frecuente que afloren crisis personales no resueltas, por lo que de nuevo la comunicación de lo que ocurre, así como la gestión emocional y las habilidades para la resolución de problemas se hacen imprescindibles para vivir esta época común a casi todas las parejas.

La autoafirmación ha de entenderse como un reencuentro contigo mismx tras haber pasado un tiempo considerable volcadx en la pareja y los proyectos en común sin dejar de lado el vínculo con la otra persona. Si ambxs estamos en la misma sintonía o hay una comunicación fluida es más difícil que se presenten problemas en esta etapa.

 

Quinta Fase: Colaboración

Cuando se recupera la individualidad, vuelven a surgir proyectos comunes y objetivos compartidos por lo que el vínculo se refuerza. Es decir que si en la posible crisis de la anterior fase no se ha debilitado el vínculo ni se ha roto la confianza en la pareja, podemos vivir un resurgir muy ilusionante de la vida y los proyectos en común.
Al profundizar más en la relación, nos encontramos con que creamos un lazo mucho más maduro y la sensación de estabilidad que obtenemos es mayor. Suele ser una etapa de ilusión y entusiasmo, que sabe incluso mejor que el inicial enamoramiento. Hay una sensación de profundo conocimiento mutuo y de mucha seguridad por lo que se retoma con mucha fuerza la construcción de un futuro juntxs.

 

Sexta Fase: Adaptación

Como decía al inicio de este post, dos personas pueden elegirse en un momento dado y volverse a elegir cada día de sus vidas. Esa y no otra es la clave porque a lo largo de la vida surgen cambios significativos que la pareja está lista para afrontar, pero también suponen un reto y un momento de crisis considerable. Es decir, el amor per se no lo puede todo, la vida es dura y está llena de dificultades a las que debemos adaptarnos. Si somos capaces de hacer esto como pareja podremos ir construyendo en el día a día algo consolidado y con mayor madurez.

Uno de los grandes retos en esta avanzada fase de la relación, es el cambio de valores de las personas que forman la pareja. Si hay mucha discrepancia en lo que uno a nivel individual quiere de la vida y lo que estableció que era importante en la pareja, es probable que también nos enfrentemos a un momento crítico en el que pudiera darse una ruptura. Existen cambios muy importantes como la independencia de los hijos, la jubilación o el haber pasado por una dura enfermedad. Todas estas circunstancias pueden cambiarnos a un nivel muy profundo por ello hay que estar conectada, orientado a lo que se siente y ser capaz de comunicarlo y gestionarlo con honestidad.

También puede ocurrir que estos eventos vitales tan importantes tengan justo el efecto contrario: unir más a la pareja. Librarse de las obligaciones laborales y disponer de un mayor tiempo libre, disfrutar de la independencia de los hijos a todos los niveles, etc. pueden ser causa de que una pareja pueda tener un reencuentro, una aproximación que de nuevo les conecte para compartir nuevos proyectos vitales.

 

Se puede hacer perdurar el amor de forma indefinida, pero no es nada fácil. Desde la ciencia psicológica se pueden dar múltiples pautas y consejos a la hora de lograr este tremendo objetivo, pero todo ello se resume en una simple cuestión: venera a tu pareja, percibe y siente gratitud interior por formar parte de la vida de esa otra persona.

El amor puede durar indefinidamente si trabajamos en las relaciones haciéndolas llegar a un estatus en el que nos sintamos más cómodas, más orgullosos con ellas. Si te sientes frustrado o atascada en esta labor, si necesitas ayuda, pídela. Aquí estamos.

 
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